Los hoy llamados Cantos de Hyperion, formados por Hyperion (1989 - NOVA 41) y La Caída de Hyperion (1990 - NOVA 42), son ya un hito en la moderna ciencia ficción. Unos años más tarde, les siguieron Endymion (1996 - NOVA 98) y El Ascenso de Endymion (1997 - NOVA 120). Pero iba pasando el tiempo y Dan Simmons parecía haber olvidado esa temática de la ciencia ficción que tan brillante y satisfactoriamente supo abordar.
Profesional inteligente y polimorfo como pocos, Simmons se ha dedicado también, y siempre con gran éxito, a la novela de terror, género en el que cosechó sus primeros éxitos con La Canción de Kali (1985) o Los Vampiros de la Mente (1989) y, más recientemente incluso se ha dedicado a la novela de suspense y espionaje con The Crook Factory (1999) y El Bisturí de Darwin (2000). Sólo The Hollow Man (1992), con disquisiciones casi metafísicas en torno a la telepatía y la soledad, podía, en cierta forma, emparentarse con la ciencia ficción. Y debo decir que, dado el peso relativo del mercado editorial en esos otros géneros, casi me temía que Simmons no volviera a la ciencia ficción.
Afortunadamente, me equivocaba.
Si pasaron seis años desde Hyperion a Endymion, otros seis han transcurrido desde el final de esa saga hasta el inicio de otra llamada incluso a superarla.
Hyperion venía a ser la reconstrucción de los Cuentos de Canterbury de Chaucer en clave de ciencia ficción, y la nueva saga, la formada por Ilión (2003) y Olimpo (2004) podría definirse, a grandes rasgos la reconstrucción de la Iliada de Homero en clave de ciencia ficción. Pero sólo a grandes rasgos: cualquier obra de Simmons incluye demasiados elementos para reducirla a una única caracterización...
Por eso, si junto a los Cuentos de Canterbury hallábamos en Hyperion un análisis de diversas culturas religiosas de la humanidad y la brillante intervención de un personaje como el poeta John Keats, en Ilión hay también múltiples referencias a otras obras y personajes capitales de la mejor literatura de la humanidad: En Busca del Tiempo Perdido de Marcel Proust, La Tempestad de William Shakespeare, sin olvidar el papel de esos humanos de la Tierra del futuro convertidos en émulos de los «eloi» de Herbert G. Wells (La Máquina del Tiempo), eso sí, no enfrentados a ningún tipo de «morlock», pero sí bajo la atenta vigilancia y supervisión aquí de unos misteriosos Voynix de origen desconocido.
A partir de estos comentarios, algún lector que no conociera la obra de Simmons podría pensar que nos hallamos, con Ilión y Olimpo, ante una obra que, siendo erudita, ha de resultar pesada e incómoda de leer. Nada más lejos de la realidad: los lectores que conocen a Simmons, recuerdan (diré que con suma satisfacción) el carácter absorbente y dinámico de todas sus novelas, escritas con las mejores y atrayentes técnicas de los best-sellers más al uso, pero dotadas de una profundidad reflexiva y emotiva mucho mayor. Simmons es uno de los mejores escritores de hoy y a sus obras me remito.
La trama de Ilión se estructura en torno a tres grandes ejes. Por una parte está esa épica aventura del asedio y conquista de Troya (Ilión), presenciada con el distanciamiento que proporcionan los comentarios de un observador como el escolástico Thomas Hockenberry. Se trata de un personaje misteriosamente revivido y presente en este Marte cuyo Monte Olimpo se ha convertido en la morada de los posthumanos quienes, gracias a su tecnología, se comportan como los dioses de la saga homérica. Curiosamente, ahora que se ha distribuido la nueva versión cinematográfica de la historia del asedio de Troya en la película de ese título dirigida por Wolfgang Petersen, es fácil constatar que la ausencia de los dioses en el film es un grave handicap (¿qué sería de la Iliada y la Odisea sin las intervenciones divinas?) que, afortunadamente, no lastra la novela de Simmons. La Iliada no es sólo una historia heroica, es algo más que Homero, Simmons (éste por mediación del personaje Hockenberry) no dejan de recordarnos a cada momento: los seres humanos como marionetas en las manos de unos dioses que a veces tienen comportamientos y motivaciones sumamente humanos...
Si la reconstrucción de la aventura homérica en clave de ciencia ficción puede ser el eje central de la trama, lo cierto es que Simmons proporciona otros ejes temáticos con los que enlaza con otras obras también indiscutibles de la historia de la literatura. En nuestro mismo sistema solar, más allá de los asteroides, viven los «moravec» (en claro homenaje al famoso robotista actual Hans Moravec), entidades robóticas semiorgánicas, independientes de los humanos desde hace tiempo. Conocedores del gran incremento de la actividad cuántica que se manifiesta en Marte, los moravecs inician una expedición de la que sólo algunos de sus miembros conocen su verdadero alcance. Eso permite a Simmons introducir a dos moravec obsesionados respectivamente con la obra de Shakespeare (los sonetos, primordialmente) y con En Busca del Tiempo Perdido de Marcel Proust.
Y todo ello sin olvidar a esos humanos de la Tierra del futuro, que parecen aceptar gozosos y tal vez inconscientes una vida insulsa y con escaso sentido al margen de todo lo que sea lúdico. Como ya se ha dicho, se trata de un nuevo homenaje literario, en este caso a los «eloi», los ociosos personajes de La Máquina del Tiempo de H.G. Wells. Dejo para los lectores interesados la búsqueda de las muchas otras referencias que la novela encierra. Es uno de los «bonos» añadidos de la misma.
Literatura dentro de la literatura, lo cierto es que, como ocurriera en Hyperion, Simmons demuestra su incuestionable maestría como narrador y su profundo conocimiento de las principales obras de los mejores escritores que le han precedido. En realidad, con un sentido casi teatral, Simmons propone un relato a tres voces que va alternando con mesura y juicio, componiendo un fresco impresionante que intriga al lector.
Como ya ocurriera con Hyperion, la separación de un año entre la publicación del original de las dos primeras partes parece casi un suplicio para el lector. En el caso de Hyperion logré evitar ese trago para el lector en español publicando en NOVA, una tras otra, las dos primeras partes, pero ahora no me he resistido a lo que me parece, según se decía, «justo y necesario», y publicamos Ilión, incluso antes de haber podido leer Olimpo, la esperada continuación que ha de aparecer en el mercado estadounidense durante 2004. Aunque con Simmons, no hay ya dudas posibles: como ya ocurriera en el caso de Hyperion, es muy posible que la conclusión supere a este inmejorable inicio que es Ilión.
Sólo les diré, para terminar (o casi) que la premura en presentarles Ilión ha hecho que todavía no haya ganado el premio Hugo de 2004 en cuya lista de finalistas, lógicamente, se encuentra (acompañado, todo hay que decirlo, por algún que otro de los títulos que tenemos previstos en NOVA...). Mi pronóstico (y creo que no es en absoluto arriesgado) es que va a ser la ganadora, pero eso sólo lo sabremos con seguridad después del verano. Por este motivo ahora sólo puedo decirles que, de momento, Ilión es una de las novelas finalistas al premio Hugo de 2004. Aunque es lógico esperar que obtenga éste y posiblemente muchos más premios.
Un comentario final. Personalmente me encuentro estos últimos años añorando ese interesante periodo de la narrativa cuando los autores se conformaban con escribir una buena novela de doscientas cincuenta o trescientas páginas. No es la moda actual. Y menos en la ciencia ficción.
Ahora cualquier libro se acerca peligrosamente al millar de páginas y algunos de los más recientes éxitos de NOVA lo demuestran, desde Tránsito de Connie Willis a Crisis Psicohistórica de Donald Kinsgbury, pasando por Un Abismo en el Cielo de Vernor Vinge, sin olvidar el exagerado (en todos los sentidos) Criptonomicón de Neal Stephenson y sus dilatadas continuaciones.
Eso crea graves problemas en las ediciones en algunas lenguas que tienden a una mayor extensión que el inglés original. Y el español es una de ellas. Aunque inicialmente planeábamos publicar Ilión en un sólo volumen, al ver la extensión de la traducción hemos acabado publicando la obra en dos volúmenes al igual que se ha hecho en Italia y como, muy posiblemente, se haga también en Francia. Esa dilatada extensión y las bajas tiradas de la ciencia ficción en algunos países europeos como España explican esa mala costumbre en la que hemos incurrido la mayoría de editores europeos de ciencia ficción en concreto, al menos en los últimos años. Debo reconocer que no me gusta tener que hacerlo, pero la realidad, y sus presiones, es la que acaba decidiendo.
En cualquier caso, de momento, aquí tienen ustedes la primera parte de Ilión (que titulamos El Asedio, como se ha hecho en Italia) y, en dos o tres meses, esperamos poder poner a su alcance la segunda parte, La Rebelión (¡y vaya rebelión...! se lo advierto), siguiendo también la senda marcada por el editor italiano.
Y nada más por ahora. Les dejo con la amena y a la vez compleja narración que Simmons ha elaborado para su regreso, por la puerta grande, a la mejor ciencia ficción de todos los tiempos. Tal vez porque se ha convertido en un tópico decir que el mayor pecado de los españoles es la envidia, no me molesta reconocer que envidio (¡y mucho!) a Simmons su excepcional maestría de narrador. Y sólo me conformo y lo soporto gracias a la gran satisfacción que me produce leer novelas como Ilión. Una gozada. De verdad. Que ustedes la disfruten.
MlQUEL BARCELÓ